Su pelo ya no duerme en mi cara.
Pesan las sábanas,
que nuestros hombros sostenian.
En la cama,
ya no la encuentra, mi abrazo.
Las almohadas son frias,
no tienen omoplatos.
Mi pecho necesita su espalda.
Y solo hay sombras,
del olor de su cuello,
que sostenía mi boca.
El día ya no tiene su momento,
de abrigar la noche ,
acomodándome a ella.
El sueño que vivía entre sus dedos,
se quedo sin plaza.
Haciendo puño,
ahora se consuelan las manos.
Y yo, contando respiros,
distraigo los nudos.
Tragándome las olas,
aprieto imágenes,
que entre cada soplido,
se me caen por la borda.
Estos reglones, como Caronte,
solo intentan cruzar la nostalgia.
Y de un recuerdo a otro,
entre suspiros,
reman.